Mensaje de Navidad 2022

“Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”
—Lucas 2:14

Este año transcurrido nos permitió descubrir cuán violento es nuestro mundo. Por supuesto, la situación en Ucrania nos ha abierto los ojos a la realidad de la guerra y la devastación que provoca. Y aunque se nos informa sobre Ucrania con mucha frecuencia, también somos conscientes de las continuas situaciones en Yemen, en Palestina, en Myanmar y en muchas otras partes del mundo, de las que a menudo no se nos cuenta nada. Por otro lado, también conocemos los contextos de violencia encubierta, cotidiana, casi banal, que son consecuencia de la pobreza, del patriarcado y del racismo.

Es en este contexto que nos acercamos a la Navidad de este año: en el contexto de la violencia. Sin embargo, si miramos de cerca el relato de la Navidad, descubrimos que aquella historia desafía la violencia en la sociedad. Si nos fijamos en la historia de Navidad, vemos que ésta se pronuncia poderosamente contra la violencia.

En el centro del relato, el escándalo de la Navidad es que involucra a una joven madre soltera. No se puede ocultar que María era apenas una niña de catorce años, o quizá menos, que queda embarazada. Si bien esto podía ser aceptable en aquella época en la que vivió, lo que sabemos hoy es que el embarazo adolescente es un riesgo tanto para la salud de la madre como para la de su hijo o hija. Y esto aplica sobre todo en un contexto donde se priva a las mujeres de sus derechos sexuales y reproductivos de manera sistemática. Resulta alarmante, aún hoy, el número de muertes relacionadas con el embarazo y fácilmente evitables. Pero lo hermoso de la historia de la encarnación de Dios en nuestro mundo es la ausencia de los hombres. La historia trata de una mujer, de una niña, y Dios, que está más allá del género, ¡y un bebé! El hombre está ausente de la ecuación, y aunque José interviene, no desempeña prácticamente ningún rol en la historia de la encarnación.

En el evento más significativo de la historia, el hombre está ausente en el acontecer de un Dios que se hace carne. Este único acontecimiento constituye un desafío al patriarcado y a la violencia del patriarcado. Dios trae la salvación al mundo a través de una niña, del Espíritu y de un bebé.

Y en el centro de la Navidad encontramos a un niño. Esta es la paradoja del plan de salvación de Dios para la humanidad. Esto puede verse sobre todo en el anuncio hecho a los pastores, en particular en Lucas 2:10-11. El versículo crea una gran expectativa cuando registra al ángel diciendo: » Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo». La expectativa crece aún más cuando se anuncia que «el Señor», el «Mesías», nacerá en la «Ciudad de David». Pero el gran anticlímax llega en las siguientes líneas, que nos dicen que este Señor, este Mesías, está envuelto en tiras de tela y acostado en un pesebre. Quienes saben de esto nos sugieren que a los bebés débiles se les envolvía en vendas para sostener a los miembros débiles.

Por otra parte, nacer en un pesebre, en un lugar maloliente y apestoso donde nadie en su sano juicio colocaría a un recién nacido, es indicio de una pobreza extrema. Inmediatamente advertimos otra sorpresa, otra paradoja, el Mesías, el Señor de todas las personas, nace en la debilidad, con una la dolencia física y en la pobreza más extrema. La salvación para el mundo no llega desde quienes ostentan el poder, sino desde un niño débil y pobre. El niño o la niña dalit, los niños y las niñas que viven con discapacidades físicas se convierten en nuestra esperanza para el futuro. Esto debería hacernos replantearnos cómo pensamos en la niñez. En el contexto del cristianismo y de la Iglesia, la niñez ocupa un lugar secundario. Nunca forma parte del culto principal, sino que se relegada a las niñas y a los niños a la escuela dominical, una clase de niñera, mientras las personas adultas participan de «lo importante». Tenemos que replantearnos cómo consideramos a la niñez como iglesias. De acuerdo con lo que podemos ver en los relatos de Navidad, los niños y las niñas no son sólo para ser objeto de enseñanza, sino también aquellos y aquellas de quienes procede la salvación para todo el mundo.

En el centro del relato navideño encontramos también la terrible historia de la violencia contra los niños inocentes que fueron masacrados para calmar el miedo de un rey. Llamada la matanza de los inocentes, la historia es un horrible relato de la violencia ejercida contra quienes son las personas más vulnerables y débiles. Hoy en día, tenemos historias similares de violencia contra personas campesinas y agricultoras débiles y vulnerables, masacradas en el altar de la industrialización. De personas indígenas asesinadas para responder al llamado de aquello que denominamos «desarrollo» y de los «proyectos de desarrollo». Esta Navidad, somos convocados y convocadas a recordar a todos esos grupos y comunidades débiles y vulnerables que se enfrentan a la violencia.

En el centro de la Navidad también hay una familia de migrantes, refugiados y marginados: los pastores. La Sagrada Familia, hay que hacer memoria de ello, era de Nazaret, pero tuvo que emigrar a Belén por causa del decreto del censo. A su vez, también trata de pastores a los que no se les permitía ingresar a la sociedad judía porque eran considerados impuros. A pesar de ello, el desafío de la Navidad es que la salvación llega desde quienes están fuera de la sociedad dominante. Debemos observar que la buena noticia sobre Jesús no se proclama en el centro de la ciudad, desde las plazas, ni siquiera en medio del templo o en las sinagogas; por el contrario, un coro de ángeles habla de la buena noticia en los campos, entre los pastores.

La buena noticia de la salvación no se anuncia en los centros del poder político y económico, sino que se canta en las afueras, en los márgenes de la sociedad. Estos pastores están en los márgenes y luego entran en Belén para ver al niño y para dar testimonio a las demás personas de aquello que han visto y oído. Un concepto en boga hoy en día es la de la integración: la idea es introducir a las personas marginadas en la sociedad dominante, asumiendo de alguna manera que la sociedad dominante es correcta y que las personas marginadas necesitan corrección. La sorpresa de este texto, no obstante, es que indica que, en lugar de absorber desde los márgenes en el sistema dominante, los márgenes invaden al sistema dominante. El movimiento ocurre desde afuera hacia adentro y no desde adentro hacia afuera, mostrándonos con claridad que nuestra salvación viene desde allí, desde los márgenes, por así decirlo.

La encarnación de Dios es una paradoja, una sorpresa, no sólo porque Dios se hace carne, sino porque desafía los supuestos básicos de la sociedad dominante. Nos trae la verdadera paz a este mundo tan violento.

Hasta ahora, hemos hablado del desafío de la Navidad en el contexto de un mundo violento, pero la Navidad también llega con una promesa. La promesa de la Navidad para nosotros y para nosotras, sin embargo, es que un bebé puede cambiar el mundo en el que vivimos; la promesa de la Navidad es la promesa de la presencia de Dios con nosotros y con nosotras; es la promesa del Emmanuel, de un Dios que viaja con su pueblo para superar esta violencia.

Por ello, mientras celebramos la Navidad, les pedimos que trabajen para superar toda violencia. Que la paz sea con nosotras y con nosotros.

—Philip Vinod Peacock, Ejecutivo para Justicia y Testimonio, en nombre de la Secretaría General Colegiada

Imagen: Life on Earth / Albin Hillert

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