Mensaje de Pascua 2023: Pensar fuera de la tumba

Mientras el mundo intenta salir rengueando de la pandemia del COVID, ésta ha abierto de par en par las puertas que ponen en evidencia las injusticias prexistentes y profundamente arraigadas. A nivel global, tenemos plena consciencia de las profundas desigualdades de clase, de género y de raza que dividen a la humanidad y que nos impiden vivir la vida abundante a la que Dios nos llama. Resistiendo el impulso de volver a aquello que considerábamos «normal», tratamos en cambio de recrear un mundo basado en la justicia. Es este contexto de no-regreso a la normalidad el que nos desafía a pensar fuera de la tumba.

Esta Pascua nos convoca a un nuevo comienzo. Mientras las mujeres en la vida de Jesús nunca lo abandonaron, los discípulos varones tienen una historia diferente que contar. En el Evangelio según San Juan, no se menciona el nombre del primer hombre que llegó a la tumba vacía, pero podemos suponer que se trata del discípulo Juan; al ser más joven, pudo dejar atrás a Pedro y llegar primero a la tumba. Debemos recordar que este fue el mismo Juan que, junto a su hermano Santiago, le preguntó a Jesús si se les permitiría sentarse a su derecha y a su izquierda cuando entrara en su «gloria.» En aquel momento Jesús les había preguntado a ambos si estaban dispuestos a beber el cáliz del cual él iba a beber y si estaban dispuestos a ser bautizados con su bautismo. Ambos respondieron afirmativamente y de buen grado en aquel momento, pero cuando llegó la hora de la prueba, los dos discípulos rehuyeron el compromiso que habían asumido. ¿Y Pedro? Su historia nos resulta aún más familiar, no sólo abandonó a Jesús en su momento de necesidad, sino que también fue él quien negó abiertamente a Jesús.

No podemos evitar preguntarnos en qué estaban pensando estos dos discípulos mientras corrían hacia aquella tumba; sin duda sus mentes estaban llenas de incredulidad, expectación y emoción. Pero también creo que debieron sentir el temor de tener que enfrentarse a la persona a la que habían defraudado. Resulta significativo, no obstante, que en todos los encuentros con Jesús que han quedado registrados luego de su resurrección esto nunca aparezca como un problema. En sus encuentros con Cristo resucitado, a los discípulos, y a Pedro y a Juan en particular, se les ofrece la posibilidad de un nuevo comienzo.

Como comunidad global hemos tomado muy malas decisiones, decisiones que han arruinado nuestro medio ambiente y que han hecho que el planeta sea inhabitable para los grupos vulnerables y para las generaciones futuras, o como decimos en el momento de confesión, hemos hecho cosas que no deberíamos haber hecho y no hicimos aquellas que deberíamos haber hecho. Pero el mensaje maravilloso de la Pascua -y el mensaje de esta Pascua en particular- es que, en Cristo resucitado, se nos ha ofrecido una segunda oportunidad, una oportunidad para empezar de nuevo, para un nuevo comienzo. Sin embargo, el tiempo para hacer nuevamente cosas se está acabando, sobre todo en nuestros esfuerzos por tratar de revertir el cambio climático.

Empezar de nuevo exige una reorientación completa de nuestra sociedad. La Pascua trata de los primeros y primeras que pasarán al final de la línea y de los últimos y últimas que pasarán a los primeros lugares. Resulta significativo en el relato de la resurrección que María Magdalena -una mujer- fuera la primera en atestiguar la resurrección de Jesús. Y no sólo testiga, sino también la primera apóstola, ya que es enviada a anunciar a los demás. Los evangelios nos muestran claramente que sólo las mujeres son capaces de asumir el rol y la responsabilidad del discipulado. Porque fue una mujer la primera en enterarse del nacimiento de Jesús, y fue una mujer a través de la cual nació este niño; fueron mujeres las que estuvieron junto a la cruz de Jesús cuando todos los hombres habían huido, y fue también a una mujer a quien le fue revelada la buena noticia de su resurrección. La vida misma de Jesús nos muestra que el orden social ha sido derribado: quienes estaban en los primeros sitios han pasado a los últimos y quienes estaban al final de la línea han pasado a los primeros lugares.

Y esta es la buena noticia del mensaje de Pascua para nosotros y nosotras, también hoy. Porque a aquellas personas a las cuales la sociedad ha dejado fuera -las mujeres, las personas marginadas, las pobres y las oprimidos- Jesús las ha colocado en primer lugar. Del mismo modo, las élites religiosas, políticas y sociales ignoran la resurrección de Jesús. El texto mateano nos dice que traman una mentira para ocultar la verdad de la resurrección. Sin embargo, la verdad prevalece. Pensar fuera de la tumba niega el poder del patriarcado, desprecia las mentiras del imperialismo y permite una visión alternativa del mundo.

El mensaje de la Pascua es la esperanza para toda la humanidad. Y no sólo la esperanza de que Jesús trastorne el orden social y nos ofrezca la oportunidad de un nuevo comienzo, sino también la esperanza de que ni siquiera la muerte es demasiado poderosa para nosotros y nosotras, porque ni siquiera la muerte es el final. Esto no sólo es verdad en el sentido literal de que Jesús nos promete la resurrección a quienes creemos en él, sino también en el sentido metafórico de que tenemos la capacidad de sobrevivir incluso a las situaciones y ca las circunstancias más difíciles.

Vivimos en un mundo en el que la fuerza impone la razón y en el que la rectitud, la justicia y la paz no tienen espacio. Sin embargo, es el poder de la resurrección el que nos da la esperanza de que, incluso en estos tiempos tenebrosos, la verdad prevalecerá. Es el poder de la resurrección el que nos ofrece la esperanza de que, aunque caminemos por el valle de sombra de muerte, habremos de prevalecer. Esto es cierto no sólo en referencia a los grandes acontecimientos mundiales, sino también en nuestras luchas personales y cotidianas de la vida. Es esta esperanza la que nos da el poder para resistir. Es una esperanza subversiva porque no está de acuerdo con lo que está ocurriendo ahora y porque nos ofrece una visión alternativa del futuro. Es una esperanza que nos permite pensar fuera de la tumba.

Philip Vinod Peacock
Director de Justicia y Testimonio
en nombre de la Secretaría General Colegiada

Imagen: «¡Ta Da!», de Joel Schoon-Tanis, del libro 40: Los Evangelios.

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