Moltmann continuará siendo una presencia viva en la CMIR

La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) lamenta el fallecimiento de Jürgen Moltmann, quien murió a la edad de 98 años el pasado 3 de junio de 2024.

Moltmann acompañó la tarea tanto de la Alianza Reformada Mundial como de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas durante más de 50 años y fue uno de los principales aportantes a las teologías de la justicia y la vida que han marcado la autocomprensión teológica de la CMIR durante este tiempo.

«El impacto del profesor Jürgen Moltmann nunca podrá ser exagerado», expresó Setri Nyomi, secretario general interino de la CMIR. «En lo personal, he aprendido mucho de sus escritos desde mis tiempos de estudiante de posgrado en la década de 1980. Sus obras son una notable inspiración para una esperanza con base teológica. Además, incluye perfectamente la vocación cristiana de atender a la transformación del mundo. Fue un gran teólogo y educador teológico cuya vida y obras han tenido un impacto positivo en el mundo».

Anna Case Winters, moderadora del Grupo de Planificación del Programa Estratégico de la CMIR, declaró: «Es una gran pérdida. Era un gran teólogo y un gran ser humano. Su impacto en generaciones de teólogos y teólogas, entre las cuales me incluyo, es incalculable».

Moltmann fue uno de los primeros teólogos globales. Ya al principio de su carrera, se relacionó con teólogos y teólogas de lo que por aquel entonces se denominaba el «Tercer Mundo». Supo valorar la ampliación global de la teología cristiana y siguió el desarrollo de las teologías de la liberación en muchas partes del mundo. Tomó muy en serio estas nuevas teologías y entabló con ellas conversaciones muy profundas.

Este profundo aprecio también le permitió ser crítico. En una carta abierta a José Míguez Bonino en 1976, que fue muy comentada, le recordó a los teólogos de la liberación de América Latina el penúltimo estatus de la praxis cristiana. Este carácter preliminar de la actividad humana desafía cualquier identificación prematura con el Reino de Dios. En la comprensión de Moltmann, podemos detectar una vinculación causal entre la actividad humana y el Reino de Dios en la experiencia de la liberación. Pero esta causalidad no puede ser operacionalizada; el Reino nunca es un producto de la praxis humana.

La justicia de género fue de especial importancia para la labor teológica de Moltmann y parte de su testimonio público. Durante años, publicó y se comprometió públicamente con su esposa, Elisabeth Moltmann-Wendel. En la Asamblea General de 1989, celebrada en Seúl, presentaron de manera conjunta un estudio bíblico sobre el lema de la Asamblea General «¿Quién dicen que soy yo?», en el que subrayaban que leer las Escrituras sólo desde una perspectiva masculina resulta en una reducción del Evangelio:

Durante demasiado tiempo, hemos escuchado sólo la mitad del Evangelio; es decir, interpretado por la mitad masculina de la humanidad. Hoy, es importante comprenderlo plenamente en la plenitud de la creación femenina y masculina de los humanos y con la plenitud del Espíritu, que viene a los hijos e hijas de Dios. Por ende, huelga decir que hombres y mujeres confiesan conjuntamente su fe e interpretan de manera conjunta el Evangelio.

A partir de 1970, Moltmann fue uno de los oradores principales en varias Asambleas Generales. Al hablar ante la Asamblea General del año 2017, en Leipzig, resumió su trayectoria:

Hablé por primera vez ante una Asamblea General de la Alianza Reformada Mundial (presbiteriana y congregacional) en Nairobi en 1970, hace 47 años. Seguí el Programa de Lucha contra el Racismo del Consejo Mundial de Iglesias y, en 1976, contribuí al programa de derechos humanos de la ARM: «La base teológica de los derechos humanos». Estuve presente en el trágico acto que tuvo lugar en Ottawa en 1982, cuando personas negras de Sudáfrica se negaron a comulgar con personas sudafricanas blancas, y éstas se marcharon durante la noche. Ese mismo año, 1982, apareció en Sudáfrica la Confesión de Belhar, que allanó el camino para la desaparición de la ideología del apartheid de las iglesias sudafricanas. Celebré la alianza de las Iglesias Reformadas establecida en Accra en 2004.

En su discurso de apertura, concluyó este peregrinaje hacia una teología de la justicia señalando una carencia en la teología de la justificación de los reformadores del siglo XVI y pidió a la CMIR que trabajara sobre esta limitación:

Hay algo que falta en el corazón de la teología de la Reforma. La Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica lo sacó a la luz: la justificación de las víctimas de los pecados cometidos. […] Hablamos del «perdón de los pecados sólo por la gracia de Dios, por la fe». Eso también es cierto e importante, pero es sólo la mitad de la verdad. La personas pecadora que cometió el mal es perdonada, pero ¿dónde quedan las víctimas de este pecado? Oramos: «Perdona nuestros pecados», pero ¿dónde están las víctimas de nuestras acciones pecaminosas? El sacramento de la penitencia es unilateral y se centra en la persona culpable. La doctrina de la justificación olvida a las víctimas. Aquí existe una laguna en la doctrina cristiana de la gracia.

En la Asamblea General de Leipzig, tres jóvenes teólogas respondieron a la ponencia de Moltmann. Rindieron homenaje a su amplia y significativa gama de contribuciones y a su cálida personalidad:

«Uno de los muchos legados de Jürgen Moltmann es su reflexión personal basada en la experiencia con su hermano menor, que vivía con una discapacidad. Esta perspectiva de la discapacidad, aunque no siempre sea explícita en sus escritos, está presente como una de las lentes que dieron forma a su teología. En una de sus entrevistas dijo: «Una iglesia sin personas discapacitadas es una iglesia de discapacitada». Moltmann recordó a la comunidad eclesiástica que debía abrazar la experiencia de la discapacidad más allá de un gesto de caridad. Estamos profundamente agradecidos y agradecidas por la teología de Moltmann y por su defensa de las personas con discapacidad».- Isabella Novsima, Indonesia, estudiante de doctorado en la Universidad Drew.

«¿Qué hace que un teólogo o una teóloga merezca ser objeto de estudio y del recuerdo? ¿El número de publicaciones? ¿Su conocimiento de la tradición? ¿La comprensión de la lógica subyacente a la postura de otras personas? ¿La valentía para explorar las cuestiones difíciles? ¿Las formas creativas de encarar los dilemas y las cuestiones de nuestro tiempo? Por supuesto, Jürgen Moltmann -junto con su esposa teóloga, Elisabeth Moltmann-Wendel- tenía y podía hacer todo eso. Sin embargo, lo recordaré por su humanidad: su amabilidad, su generosidad, su apertura a nuevas ideas y voces, y su humildad. Conservaba el sentido de la maravilla -sobre la vida, sobre el mundo, sobre Dios- y creo que eso es lo que hace que su obra sea realmente interesante e inspiradora. Damos gracias a Dios por el don de su vida, su teología y su persona». -Nadia Marais, Sudáfrica, profesora titular de teología sistemática, Universidad de Stellenbosch.

«Moltmann: “Vengo del McDonald’s por una hamburguesa; la comida de aquí no es realmente mi favorita”. Siempre guardaré como un tesoro este comentario que Moltmann me hizo la única vez que lo conocí en persona (tenía 91 años y fue el orador principal en la Asamblea General de la CMIR). En este momento de despedida, doy gracias a Dios por Jürgen Moltmann, por su vasto legado teológico y por la rica experiencia humana vivida que dio forma a su pensamiento, que interpela el nuestro.» – Marisa Strizzi, Argentina, Red Ecuménica de Estudios Teológicos.

En uno de sus últimos libros, Moltmann aborda la creencia cristiana de una vida después de la muerte. Habla de la presencia de quienes han muerto en lo que él llama un «segundo presente». En una entrevista, compartió la historia que le llevó a esta comprensión: «Visité el antiguo campo de concentración de Majdanek, en Polonia, en 1961. Fue entonces cuando me di cuenta de que no se puede decir que esa gente esté muerta. Están ahí. Y exigen algo de nosotros y de nosotras».

Esta concepción de un segundo presente se basa en la creencia de que «la muerte es el límite de nuestras vidas, pero no el límite de la relación de Dios con nosotros y nosotras». En la entrevista, Moltmann también habló de su fe personal: «Mi más allá es el futuro.
[…] No tengo un Dios en el cielo. Eso es cosa de los ángeles. Soy un ser humano, y necesito a Dios aquí en la tierra».

«En este sentido, Jürgen Moltmann continuará siendo una presencia viva en la vida de la CMIR», manifestó Hanns Lessing, secretario ejecutivo de la CMIR para comunión y teología. «Expresamos nuestra gratitud por sus numerosas contribuciones y mantenemos nuestra apertura a lo que sus intuiciones nos demanden».

Imagen: Moltmann en la Asamblea General de 2017 (Anna Siggelkow/CMR).

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