Navidad sin luces ni calefacción

En él estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no han podido extinguirla. (Juan 1:4-5)

La Navidad nos llega este año con menos luces y con menos combustible. Celebramos la Navidad con nuevos desafíos, sin COVID esta vez, pero sin combustible para la calefacción y con menos luces en todo el mundo. La crisis del combustible ha cambiado las percepciones sobre la luz. Los incentivos para ahorrar energía se multiplican. Muchos países reconocidos por sus decoraciones y sus luces navideñas han resuelto apagar las luces de las calles para sobrevivir a la crisis del combustible. Este año la Navidad se celebrará en oscuridad.

La luz es una imagen maravillosa del Señor Jesucristo. Él es la luz que vino al mundo. Lo que estamos experimentando hoy en este mundo de guerras, agresiones, competencia, avaricia económica guarda absoluta relación con el hecho de que las personas no percibieron la luz, sino que, por causa de sus malas acciones, amaron las tinieblas en lugar de la luz, tal como Juan afirma claramente: «Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos» (Juan 3:19).

Para que podamos valorar la luz, este año nos invita a comprender lo difícil que es vivir en la oscuridad; lo difícil que es ver las calles con menos luz y lo que es preocuparse por la calefacción y por cómo afrontarán las personas el invierno que se avecina; cómo afrontarán las personas en diversos lugares de nuestro mundo sus necesidades cotidianas, protegiendo su dignidad humana cuando sus necesidades vitales básicas son amenazadas.

Por desgracia, hay muchas personas en todo el mundo que viven constantemente este tipo de situaciones. La cuestión es que este año se nos abran los ojos para ver su lucha. Las personas pobres que nos rodean no tienen el privilegio de tener luz o calefacción en sus casas. Su preocupación constante por una vida digna es su desafío cotidiano. Reconocemos que siempre han estado ahí, pero no podíamos entender su lucha. Ahora pasamos por situaciones similares que nos abren los ojos a la oscuridad en la que aquellas personas se encuentran. De pronto, habitamos entre ellas; armamos nuestra tienda en medio de ellas. Descubrimos su humillación y su necesidad de vida abundante.

Este año tenemos una Navidad con menos luces, pero con una comprensión más profunda. Descubrimos que, en la encarnación de Jesús, Dios decidió enviar a su hijo a habitar entre su pueblo; a nacer en nuestro mundo; a tener frío e incluso a no tener un hogar; vino como una persona pobre con padres luchadores. En Navidad, el niño del pesebre nos enseña el valor del Emmanuel, del Dios que nos acompaña en nuestras luchas. Jesús nos invita a tener el valor de caminar con todas las personas que se enfrentan a la injusticia.

Ver la luz de Jesús y ser la luz de Jesús es tener el valor de intervenir en situaciones difíciles. La luz pone al descubierto la oscuridad y logra vencerla. Ser la luz del mundo es compartir nuestros hogares; reconocer las luchas que nos rodean, empezando por nuestros prójimos y prójimas llegando hasta las muchas personas que murieron recientemente, como las que murieron la semana pasada por causa de las inundaciones en Kinshasa, Congo; o aquellas que mueren a diario a causa de la pobreza en África; o aquellas que se vieron obligadas a abandonar su país y su cultura sólo porque sus necesidades humanas básicas no están cubiertas. A todas las que sufren discriminación racial; a las personas que viven continuamente en situación de guerra, ya sea en Odessa (Ucrania) la semana pasada; o a Jana, donde el ejército encontró a una joven de 16 años muerta en el tejado de su casa en Jenín cuando iba a buscar a su gato; o a las personas pobres que aumentan a nuestro alrededor en El Líbano como consecuencia de la guerra económica.

La oscuridad nos rodea y se nos invita a celebrar la Navidad.

Este año comprenderemos muy posiblemente la necesidad de la luz; la necesidad de salir de nuestras zonas de seguridad e intentar estar con alguna persona menos afortunada, una persona preocupada por el futuro. Este año se nos invita a estar con las demás personas y a habitar entre todas aquellas que sufren. Como Comunión se nos convoca a caminar con aquellas personas que luchan, a ser la luz de Cristo para ellas, a ser una Comunión de esperanza que se atreve a estar donde Dios está.

Dios habitó entre su pueblo, así que habitemos también nosotras y nosotros entre todas las personas que sufren.

¡Feliz Navidad! Compartamos la luz de Cristo.

Najla Kassab
Presidenta de la CMIR

Imagen: Life on Earth / Paul Jeffrey

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